miércoles, 11 de julio de 2007

Vecinos

Ahí empieza de nuevo. Son apenas tres acordes, nada más que tres, pero ella es inmune a hacerlo bien. No me molesta que golpeé torpemente las teclas, tampoco su tesón y su insistencia. En realidad, creo que lo que me irrita, es que no haya vez que yo escuche la melodía y espere que le salga bien. Un día de estos debería ir y arrancar la tecla correcta para no esperar más que las cosas cambien. Clotilde toca hace meses, todos los días durante horas una versión de las primeros compases de “ para Elisa”. Hay que reconocer lo precisa que es para equivocarse, siempre en la misma nota. Es increíble que a esta altura no pueda dar con la tecla de un piano que sólo tiene doce; una por cada añito que tengo, como me dijo el otro día. Uno puede tener añitos a los seis pero no a su edad y más siendo la fiel reproducción de sus padres: seres redondos, fofos y enormes. Nunca pudimos entrar los cuatro en el ascensor. El ascensor es para cinco personas. Esos son mis vecinos, una pared de material liviano nos separa.
Papá Pérsico, Sr. como figura en el resumen de las expensas, la señora y su hija que es la única que me habla en el edificio. Ver caminar a la familia unida es cómo presenciar una alineación planetaria. No sólo son visualmente contundente, son las personas más ruidosas que he conocido nunca. La señora Persico o como se llame, debe pensar que su reducido tres habientes es enorme; se la pasa llamando a su hija o marido como si se encontraran en el ala opuesta de un castillo. Puedo reproducir casi de memoria todas sus conversaciones telefónicas con Tuny – que es la única que la entiende- o con la tía Rita – que está cada vez más vieja – Sus pasos retumban sobre el parqué a toda hora. Me he despertado en mitad de la noche soñando que un enorme mounstro venía a buscarme, pero era ella que se levantaba para ir al baño.
El es diferente, es casi sordo. Se puede saber la hora en que llega de la oficina por que lo primero (y lo único) que hace es encender la televisión a todo volumen y no moverse hasta las nueve de la noche en que lo llaman a comer. Ahí, da vuelta el aparato y todos comen viendo su programa favorito. Prácticamente no hablan, casi todas las noches gritan o discuten momentos antes de dormir. Las peleas siempre terminan igual: se mandan a la mierda y el señor duerme en el sofá acompañado por el televisor.
Casi todos los cuartos de mi casa se apoyan en la suya. Mi pequeño baño es lo único que está a salvo. Los azulejos celestes amortiguan cualquier sonido. Paso casi todo el día encerrado ahí.
Sentado en el inodoro o acostado en la bañadera puedo cumplir con todas mis obligaciones. Hace algunas semanas compré un calentador eléctrico y mudé algunas cosas de la cocina para no tener que moverme. A veces las horas se pasan volando. Por la claraboya casi no entra luz de exterior por eso es fácil perder la noción del día y la noche. Estoy muy atrasado. Sólo tengo un mes para terminar mi trabajo y entregarlo a la editorial. Trabajo casi todo un año para esta entrega pero desde que me mudé aquí no he podido avanzar casi nada. En enero tengo que tener terminado el capitulo de “ El silencio en la música” para el manual escolar del octavo año.

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