miércoles, 11 de julio de 2007

Un tecito de Valeriana


Tómese esta valeriana, dijo con increíble destreza, porque con su mano izquierda sostenía en perfecto equilibrio una taza humeante de fina porcelana, al tiempo que con la otra me daba palmaditas confianzudas en la espalda.
No puede ponerse así, mijito. No va a llegar a mi edad. En su huesudo dedo índice bailaba una anillo de plata que algún día debe haber estado ceñido.
Asentí con la cabeza mientras acercaba el té. Soplé para enfriar el primer sorbo.
Ahora ella no parecía tan petisa. Probablemente era por que estaba sentado en su sillón berger de cuero oscuro. Llevaba el saquito de color beige, el de siempre. Usted tiene que hacer cosas; me apresuré a decir, apoyando la taza en la mesa ratona. De ninguna manera, respondió mientras iba hacia la cocina, si hay algo que nos sobra a los jubilados es tiempo. Termínese eso, se va sentir mejor. Volví a buscar el té. Lindas tazas, pensé que hablando de cualquier cosa, me podría sentir menos incómodo después del episodio. Era la primera vez que bajaba a la casa de mi vecina y no había sido por una cuestión social sino por el agua que hacía más de un año se escurría sobre su techo y que supuestamente venía de mi piso. Digo supuestamente, porque ninguno de los siete plomeros que vinieron a ver la pérdida encontró algo. Podría echarles la culpa a ellos pero no tengo justificativo. Sé que ella piensa que soy uno de esos que le importa un carajo sus vecinos. Hasta debe creer que lo hago apropósito, que yo mismo tiro agua para que gotee su techo. Pero no debí haberle gritado de esa manera. Por más que ella insistiera todos los días en la cuestión. Si hubiese mantenido la calma no estaría acá tratando de deshacer esta reunión que ya no se puede deshacer.
¿Qué dijo? preguntó cuando traía un plato de masas finas. Que son lindas las tazas, insistí, como si no supiera que cualquier tema llevaría a otro y a otro infinitamente. Entonces supe que de la vajilla quedaba poco y nada; la mayoría se había roto o perdido en mudanzas. Que todo el juego era originario de China. Me acomodé en el sillón, sentí los pies tibios. Las manos de la anciana hacían figuras en el aire que acompañaban a la perfección sus palabras, parecía más simpática ahora. Me contó la historia de su abuelo que había sido embajador en Asia por más de diez años y que ella pasaba siempre sus vacaciones con ellos.
Dejé la taza vacía en la mesa. Comentó, como al pasar, que su abuela sostenía en que ese juego era del año 20 antes de nuestra era. Yo comenzaba a sentirme cansado, adormecido. Escuché pacientemente la historia de su dueño original, un consejero de un emperador chino llamado Lai Chú y las desventuras de la vajilla hasta terminar en posesión de su familia.
Oscurecía afuera y la voz de mi vecina empezaba a sonar lejana. Tuve miedo de dormirme; abrí grande los ojos y intenté acomodarme más derecho. No pude. Miré mis manos apoyadas sobre los apoyabrazos, les ordené moverse pero no hubo caso . Apenas lograba mover la cabeza, desde donde estaba no podía verme los pies que ya no sentía.
Decidí pararme, pero lo único que se movió apenas unos centímetros fue mi cuello. Estaba sentado y no podía mover casi ningún músculo. Grité de la desesperación pero sólo salió un gritito apagado, afónico.
Veo que le hizo efecto el tecito, dijo. La anciana se acercó para mirarme a los ojos.
No se asuste, esto es temporal, no va a poder moverse ni hablar así que sería bueno que deje de intenterlo. China es un país interesante, ¿sabe?, tiene una variedad enorme de venenos. Este en particular está extraído de una serpiente. Afecta la motricidad y al sistema nervioso central. En unos minutos, su cuello no podrá soportar el peso de la cabeza pero no se asuste. Bastó que terminara de decirlo para que esto ocurriera. Mi nuca se venció y quedé mirando al techo.
La vi asomarse en mi ángulo de visión. El efecto dura hasta 96 horas, continuó. Lo que tienen los chinos de fascinante es la concepción del tiempo. Siempre hay paciencia para todo. Desde donde está, usted puede ver la mancha de humedad que viene de su departamento. Por la tarde, va a poder sentir como cae agua cada 48 segundos. Sí, claro, tengo bien conocida esta cuestión. Desgraciadamente desde donde se encuentra, las gotas van a impactar en su frente. Este método también es originario de la China y muchos emperadores lo utilizaban como tortura. Dicen que a los dos días no hay ser humano que no enloquezca.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

me gusta la idea de la vecina vengativa... Por suerte todavia no me cruce con ninguna !!!
La idea me gusta, no asi tanto el principio como que esta escrito, quiza muy exagerado por momentos.
P.D el final re-julito C.

besos,
P.D buena onda el blog!!

Ale Sasso
23/07/2007

Aqua dijo...

Me encanta la viejita siniestra... muy buen cuento!

Flor dijo...

Ja ja!!! Muy bueno!!
Increible como en el lector pasa a ser el recuerdo de la abuela de la infancia a la bruja de los cuentos...
Suspenso, intriga, buen giro inesperado!